La historia de tres amigos de la primaria que hoy marcan el negocio de la semilla.
Dos se conocieron en el jardín de infantes y el tercero se sumó poco después. A los 20 comenzaron a sembrar juntos y fueron creciendo hasta tener hoy, cerca de los 30, una empresa clave en la red del semillero DONMARIO, en Pergamino. Javier Sanguinetti, Santiago López Menéndez e Ignacio Bartolomé son los protagonistas. Pase y vea.
Aquí, los tres socios juntos en una jornada a campo de su empresa, AGRONASAJA. De izq. a der., López Menéndez, Sanguinetti y Bartolomé.
La soja es el negocio clave de la firma. En la última campaña vendió casi 100.000 bolsas. Y ahora va por más.
Si hay un lugar donde hay emprendedores es en la Argentina. Y si hay un sector de la economía en el que abundan es en el campo. Emprendedores, y mucho, es lo que son tres jóvenes que rondan los 30 años, amigos desde el jardín de infantes y que un día, cuando tenían cerca de 20, decidieron emprender un negocio juntos. Hoy, son una referencia indiscutida en el negocio de semillas, con base en Pergamino, eje de la principal región agrícola del país. Es una historia que vale la pena conocer.
Javier Sanguinetti y Santiago López Menéndez se conocen desde el jardín de infantes, que hicieron juntos en el colegio San Juan el Precursor, de San Isidro, en la provincia de Buenos Aires. Ignacio Bartolomé se sumó en noveno grado, cuando llegó desde la también bonaerense Chacabuco, donde vivió hasta entonces.
Hicieron todo el camino juntos hasta el fin de la secundaria. Luego, Javier y Santiago se recibieron de ingenieros agrónomos en la Universidad de Buenos Aires, mientras que Ignacio (“Nacho” para los amigos), estudio Administración de Sistemas en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (el prestigioso ITBA).
En 2006, surgió la idea de hacer el primer negocio juntos. Así lo cuenta Javier: “Por entonces trabajábamos con Santiago haciendo control de cosecha en San Luis y un día, mientras comíamos en una estación de servicio, se me ocurrió que teníamos que sembrar algo juntos”.
Santiago estuvo de acuerdo y poco tiempo después le hicieron la propuesta a Nacho, mientras se tomaban una cerveza.
“Era la época del boom de los pooles de siembra y arrancamos en la campaña 2006/2007 con 29 hectáreas que alquilamos en Salto para hacer soja de segunda. Queríamos empezar a tener algo nuestro”, cuenta Santiago.
Los inicios no fueron fáciles. Recuerdan que se les prendió fuego un Volkswagen Gol en el que se movían, cuando el caño de escape caliente tocó un rastrojo de trigo, y que se les encajó feo una cosechadora que solo pudieron sacar con dos tractores de alta potencia. Pero así y todo ganaron 1.000 dólares, lo que les resultó suficiente para seguir adelante.
Durante dos años hicieron lo mismo, creciendo lentamente en superficie, y para la campaña 2008/2009 ya habían constituido AGRONASAJA, nombre que surgió de unir AGRO con NA (de Nacho), SA (de Santiago) y JA (de Javier).
Este último recuerda que se habían planteado el objetivo de duplicar las hectáreas todos los años y que en 2012 (ya recibido de agrónomo) y sembrando unas 500 hectáreas, dejó el resto de los trabajos que tenía y comenzó a dedicarse exclusivamente a AGRONASAJA, con el objetivo de hacerla crecer.
Javier tenía un sueldo, se fue a vivir a Salto y los socios decidieron no retirar capital, sino reinvertir todas las utilidades.
Por ese entonces ya habían cambiado las condiciones para el negocio agrícola, que no era tan próspero, por lo cual pensaron que tenían que agregar valor y comenzaron a producir semilla, una actividad que conocían porque habían trabajado para distintos semilleros en varias etapas del proceso de producción.
Así, comenzaron a brindarles servicios a varios semilleros con los que tenían contactos y en 2014 le propusieron a DONMARIO producirle semilla y entregarle la bolsa ya terminada. En el semillero les dijeron que podia ser, pero siempre y cuando también se ocuparan de vender esa producción.
Santiago recuerda que, con esa propuesta, les cambiaron el foco. “Nos estaban diciendo que primero buscáramos quien nos comprara y después armáramos la cadena hacia atrás”.
Los socios le dieron para adelante. Inclusive, compraban a otras compañías que producían y distribuían semilla de DONMARIO, para colocarla entre sus clientes, que crecían de manera constante.
AGRONASAJA fue ganando escala y ocupando un lugar destacado en el negocio, por lo cual en julio de 2015 fueron un candidato claro para quedarse con la planta de LEYRO DIAZ, una conocida empresa de Pergamino que trabajaba para DONMARIO.
“Era un gran desafío para nosotros. Había llegado a producir 200.000 bolsas de soja al año y tenía una buena estructura sobre la ruta 32, incluyendo 7.500 metros cuadrados de galpones”, recuerda Javier.
Santiago también rememora: “El Contexto en ese momento no era para nada alentador, pero nosotros decidimos arriesgarnos a que las condiciones podían mejorar.”.
Javier explica que “a DONMARIO le faltaba un cooperador que le produjera y distribuyera semilla en Pergamino. Y nosotros conocíamos el negocio y teníamos muchas ganas de trabajar, porque hasta ese momento todo se nos hacía cuesta arriba”.
Santiago describe que a AGRONASAJA le costaba crecer, porque el campo se estaba se encontraba dentro de una de sus peores crisis, en un contexto muy difícil, dentro del cual seguir a flote ya era -según él- un éxito.
Cuando surgió la oportunidad de comprar LEYRO DIAZ, Santiago no estaba cerca, ni mucho menos. Por el contrario, estaba trabajando como agrónomo para una compañía internacional en Nigeria, África. Pero Javier le dijo que sí o sí se tenía que volver, porque él no quería encarar solo ese nuevo desafío. Necesitaba alguien que le diera una mano desde lo comercial, y Santiago, con su perfil simpático y entrador, era la persona ideal para la tarea.
Santiago, fue secuestrado en Nigeria por un grupo de 6 delincuentes que aparecieron en 3 motos y se lo llevaron en su propia camioneta.
Lo tuvieron tres días caminando por la selva, mientras negociaban el rescate con la empresa. Pero los delincuentes sólo querían dinero, por lo cual Santiago fue liberado una vez que éste apareció.
Una vez liberado, volvió a Buenos Aires. La compra de la empresa en Pergamino le hizo cambiar sus planes.
El tercer socio, Nacho, asesoraba a sus amigos y les daba su visión de los negocios primero desde Uruguay y luego desde Nueva York, lugares en los que trabajó para el gigante del trading de granos Dreyfus, hasta que en 2016 se fue de esa compañía y comenzó a dirigir la oficina de DONMARIO en Estados Unidos, cuya base está cerca de Memphis.
Los socios tienen tres partes iguales en la compañía, aunque solo Javier y Santiago están en el día a día. Ese día a día culminó en la campaña 2016/2017 con una producción de unas 70.000 bolsas de trigo, casi 100.000 de soja y 30.000 de semillas forrajeras y arveja.
Ahora, con otro clima en el campo, los muchachos se entusiasman. Javier cuenta que este año tienen la expectativa de duplicar la cantidad de bolsas de soja. De todas maneras, ya están entre los cinco cooperadores más importantes de DONMARIO, cultivo en el que el semillero de Chacabuco tiene la variedad más vendida del país, Algarrobo.
Viendo hacia atrás todo lo que pasó recientemente, Santiago lo analiza así, con la simpleza y simpatía que lo caracteriza: “cuando compramos la empresa nosotros estábamos fresquitos y justo arrancamos cuando todo en el campo empezaba a mejorar”.
Pero viendo el empuje de estos amigos de toda la vida, es fácil pensar que éste no será su último desafío. Ante la consulta sobre sus próximos pasos, Javier, que suele parar la pelota y pensar, reflexiona así: “Por la mentalidad de los socios, no creo que AGRONASAJA se quede acá, pero todavía tenemos que afianzar este negocio antes de dar el próximo salto”.
Hoy, Javier y Santiago viven en Pergamino y creen que su historia demuestra que se puede crecer. Hacia adelante, creen que si se establece el nuevo marco legal que necesita el comercio de semillas en la Argentina, pueden duplicar su negocio, que hoy ronda una facturación de 140 millones de pesos al año.
No sorprenderá si eso sucede, por el empuje que tienen estos amigos inseparables desde la primaria, que comparten a fondo valores y formas de hacer las cosas, lo cual, sin dudas, está en la base de su éxito.